martes, 9 de julio de 2013

Gorilas en las manos


La tarde respira en pequeños ovillos de lana.  El tiempo en hilos de unas manos mueve animales salvajes en la parte de las sombras que no tiene dueño. Ni un solo recuerdo o deseo de mirar más allá del cristal. La puerta se abrirá: pasear en los campos, atardecer siempre extraña en los pasos familiares del camino, regresar con los otros sin sospecha, como un habitante más de la granja. Sin embargo en el cuarto tras el cuarto, donde esa ropa diminuta sueña con cuerpos aún más diminutos y por nacer, ni una sola pestaña permanece en su sitio y la vida que espera estalla en el silencio de los seres de la jungla. Las manos esperan al gorila aullando mientras el pelo se hace prensil y se enreda en arboles sin fin.

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