sábado, 21 de abril de 2012

Yo también conocí a Drácula

No es necesario ni adecuado exponer las circunstancias que me llevaron a estar presente en el lecho de muerte de Bram Stoker, ni hablar con claridad del porqué de  la misión que, agonizante, me encomendó con la entrega de un legajo hoy condenado al fuego por su propia voluntad. Sólo diré que de todo lo necesario lo que mas trabajo me costó encontrar, más que los espejos venecianos adecuados , fue aquella tintura antigua capaz de absorber por completo la luz residual del pasado. Cuando aquel ser volvió a la vida, lleno de asombro y titubeante, me miró aterrado durante un breve instante, sus ojos brillaron de inmediato con ferocidad, como si hubiera recordado fugazmente quién era y desapareció como una sombra rasgada entre la oscuridad de las ruinas. Días después, mientras ardía el último testamento de Stoker, rodeado del silencio y la noche  de aquella playa despejada, pensaba en la criatura, y tuve la extraña certeza de que muy pronto volveríamos a encontrarnos. Y así fue.

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